Viernes 18 de Abril de 2025

11 de abril de 2025

“No más carne argentina” dijo la secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins

Fue una declaración en el marco de la ofensiva arancelaria lanzada por el presidente Donald Trump, pero en el sector ganadero argentino la tomaron con cautela: como un gesto político más que una amenaza comercial real.

La frase fue tan tajante como efectista: “No más carne argentina”. La pronunció la secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins, en una entrevista televisiva que hizo ruido a ambos lados del hemisferio. Fue una declaración en el marco de la ofensiva arancelaria lanzada por el presidente Donald Trump, pero en el sector ganadero argentino la tomaron con cautela: como un gesto político más que una amenaza comercial real.

“La gente eligió a este presidente disruptivo para que ponga a Estados Unidos primero. No más carne argentina, no más lácteos de Canadá”, dijo Rollins, alineada con el eslogan de la campaña republicana. Pero puertas adentro, los números y la lógica del mercado parecen decir otra cosa.

“Me da la impresión de que no representa lo que realmente puede ocurrir. No le daría mayor trascendencia, más allá del título que genera”, opinó el analista Víctor Tonelli, voz referencial en el mundo ganadero.

Y es que más allá del ruido mediático, la exportación argentina a Estados Unidos representa solo un 2% a 3% de sus importaciones totales de carne. En volumen, se traduce en unas 40.000 toneladas anuales, muy lejos de las 400.000 toneladas que puede colocar Australia con beneficios fiscales. Además, lo que envía la Argentina no es carne premium: son cortes magros para industria, destinados sobre todo a la elaboración de hamburguesas.

“Lo que exportamos representa un volumen relativamente bajo, y además ya estamos pagando un arancel del 36,4% si se sale de la cuota. No hay trato preferencial, ni tampoco cierre total del mercado”, explicó Tonelli.

Por eso, dentro del sector se repite la idea de que la frase de Rollins fue más política que técnica. Incluso, algunos la vieron como un “gesto para la tribuna interna” de los votantes más proteccionistas de Trump.

“Estructuralmente, Estados Unidos necesita importar carne. Tiene déficit. No puede cubrir su demanda con producción interna, que además es más grasosa, por eso traen carne magra para mezclar”, señaló Fernando Herrera, presidente de la Asociación de Productores Exportadores Argentinos (APEA).

En paralelo, crece la incertidumbre por el nuevo arancel universal del 10%, que Trump impuso sobre importaciones de múltiples orígenes. Aunque el número preocupa, los exportadores creen que su impacto podría diluirse en la cadena: parte lo asumirían los importadores, parte los distribuidores, y una fracción mínima afectaría al consumidor estadounidense.

“No creo que esto signifique que no podamos seguir exportando carne a Estados Unidos. La estructura no cambia por una declaración altisonante”, dijo Herrera.

Donde sí hay preocupación es en la competitividad general del producto argentino. Miguel Schiariti, presidente de CICCRA, fue tajante:

“Si sumamos el 10% al 26% habitual, más las retenciones locales, superamos el 42% de carga total. Así, quedamos prácticamente fuera del juego competitivo.”

Además, advirtió que la política comercial de Trump “no tiene una línea clara” y que “lo que se anuncia hoy, puede no cumplirse mañana”.

Mientras tanto, la Cancillería argentina ya trabaja para revisar la lista de productos alcanzados por los nuevos aranceles. Según fuentes diplomáticas, hay una negociación en marcha que involucra a más de 50 rubros, con el objetivo de reducir el impacto sobre el agro y las economías regionales.

Por ahora, más allá del ruido político, en el campo argentino predomina una mezcla de prudencia, cálculo frío y algo de resignación. “Ya nos costó mucho entrar al mercado estadounidense, y es un destino que suma. Pero también sabemos que dependemos de decisiones que se toman en otra mesa”, reconoció un exportador que prefirió no ser citado.

Y así, mientras en Washington se tiran frases fuertes al aire, en la pampa profunda se sigue faenando, exportando y esperando que el asado no se convierta, también, en un tema de geopolítica.

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